A continuación, una selección de las preguntas que se le realizaron al fotógrafo colombiano Ruven Afanador durante el conversatorio realizado con él en el marco de BCapital. Es un texto largo, pero ayuda a entender de manera sencilla el trabajo y en primera persona el trabajo de Afanador.
Durante su infancia en Bucaramanga, ¿cómo lo marcó el trabajo de Fotografía Serrano?
“…Yo me fascinaba con las imágenes que veía en fotografía Serrano, sin saber que quería ser fotógrafo, me identificaba con las imágenes y la técnica en la que estaban hechas y me encantaba ver qué nuevas imágenes ponían en las vitrinas de estos lugares. La fotografía en ese tiempo era en blanco y negro principalmente, y eran unas imágenes impecablemente hechas y muy bien retocadas. Era una forma de soñar para mí en esos tiempos, sin saber que algún día yo iba a ser fotógrafo.”
¿Cómo relaciona a Bucaramanga con sus cinco sentidos?
“Todos los sentidos son parte de la memoria y creo que en parte por la edad en la que salí de Bucaramanga, a los catorce años, todo quedó supremamente grabado en mí. Por ejemplo, hablando de los olores, la primera vez que regresé a Colombia, después de 18 años sin venir, recuerdo que cuando llegué a Bucaramanga fui directamente a la casa de mi tía, entré a la cocina y había una guanábana abierta, era inmensa y ver eso y olerlo, fue una sensación totalmente fuerte”.
¿Por qué se inclinó por estudiar economía antes que fotografía?
“Tenía que empezar a estudiar en la universidad y escogí la economía porque mis amistades estaban haciendo lo mismo, pero tan pronto comencé me di cuenta que no iba a ser lo mío; pasé por varias clases antes de llegar al arte, porque iba a ser escultor y ya cuando iba a terminar la carrera uno de los requerimientos era tomar una clase de fotografía, yo en realidad no la quería tomar porque quería presentarme a escultura y me parecía que iba ser una distracción, pero cuando tomé la primera clase hubo esa afinidad”.
Después de terminar sus estudios como fotógrafo, ¿cómo fueron esos primeros días en Nueva York?
“Yo quería vivir en Nueva York y fui a NY con mi portafolio después de terminar mis estudios y pensé que si era muy extenso en imágenes iba a impresionar más…Yo le había escrito a todos mis fotógrafos favoritos, mis ídolos y ninguno me contestó, ni los logré ver. Pero pude ver algunos pocos fotógrafos por recomendaciones y todos me dijeron que no me podían emplear porque no tenía experiencia como asistente en NY. Sin embargo, una amiga me hizo una conexión con un agente de modelaje, que en esos tiempos era la principal en NY y esta señora me dio una cita, ella era la directora de la agencia Click Models y estando en la agencia fue la primera vez que vi verdaderas modelos. Ella miró mi portafolio y simplemente me dijo que no perdiera mi tiempo en NY tratando de ser asistente y que me mudara cuanto antes para Milán o París; porque en esos tiempos era muy común que un fotógrafo o una modelo viajara a Europa y desarrollara sus portafolios y un estilo, y de ahí regresar con un portafolio de nivel europeo y todo esto. Hoy en día eso no es necesario, ha cambiado mucho ese proceso…En ese momento yo tenía mucha inocencia y simplemente oír a una persona como ella, con la seguridad con la que me lo dijo, yo decidí irme inmediatamente y treinta días más tarde viajé, sin conocer a nadie, sin hablar el idioma, sin prácticamente nada de dinero, fue la inocencia la que me lo permitió”.
Paréntesis: ¿hoy en día con cuántas fotos te percatas del talento de un fotógrafo?
“Con dos o tres…hay que tener en cuenta que el tiempo de esa persona (a la que le muestras en portafolio) y su atención la quieres utilizar de la mejor manera y es mejor no inundar, que uno no sienta que está mirando el portafolio y que todavía faltan un montón de fotos (risas). En cambio, si se lo estas mostrando a la persona adecuada con muy pocas imágenes vas a decir todo”.
¿Cómo pasan esos días en Milán?
“En la época de Milán yo no sabía que se trabajaba con un estilista, con maquillador, peluquero, no sabía mucho de este proceso y cuando llegué allá entendí que se necesitaban estas personas y todo esto. Pero como no conocía a nadie, simplemente atendía a ciertas agencias de modelaje que me contactaban con ciertas modelos y yo les tomaba las fotos, pero ellas no tenían ropa para las fotos, entonces yo les prestaba mi ropa, que en esos tiempos era como muy editorial; además yo mismo las peinaba y las maquillaba, les tomaba las fotos, me iba caminando al laboratorio, recogía las pruebas, se las mostraba a la agencia…cada sesión era una cantidad de procesos interminables, pero muy lindos, fue una experiencia muy linda.
Los primeros cuatro meses fueron una soledad increíble, pero un deseo a la vez y un descubrimiento de dónde hacer las fotos, descubrir las paredes, los callejones, las cosas que me inspiraban de Milán, que relacionaba con Colombia. Los primeros lugares donde viví cuando llegué me acordaban de Colombia, entonces se creó una relación visual…Después de unos meses surgieron más y más contactos y se creó un ambiente muy especial que recuerdo muy bien”.
Al regresar a Estados Unidos, ¿cuántos portafolios traías?
“Regresé con tres portafolios (risas) pero ya no eran tan grandes, eran de tamaño de revista…En realidad no sabía qué iba a hacer con los portafolios, simplemente los tenía como lo que había hecho allí y no era mi intención ir a NY inmediatamente y mostrarlos, mi familia vive en el área de Washington y yo regresé allí. Una amiga a quien le mostré los portafolios, me dijo que se los quería mostrar a alguien y a mí me sorprendió inmensamente la reacción, porque yo estaba como desconectado con la idea de cómo iba a seguir, entonces ella le enseñó los portafolios a una directora de arte y de ahí fue una cosa detrás de la otra, una sorpresa para mí total”.
¿Cómo fueron esos primeros días en Nueva York?
“Cuando me mudé a NY empecé a trabajar en diferentes revistas, eran fotos pequeñas, no eran las fotos principales de las revistas, pero yo lo disfrutaba mucho de todas maneras…Hice una editorial a Isabel y Rubén Toledo para una revista de moda que a mí me gustaba mucho, yo soñaba poder estar en esta revista y solo se iban a publicar dos páginas, dos fotos; precisamente conocí a Rubén e Isabel Toledo por medio de ese trabajo y cuando estaba revelando e imprimiendo las fotos, proceso que yo mismo hacía porque no era un proceso digital, una amiga estaba conmigo en el cuarto oscuro y ella las vió y me dijo que esas imágenes iban a redefinir mi carrera, no se cansaba de decirlo, yo me reí sobre eso, pero en realidad cuando las publicaron fue como un cambio total, un regalo, una sorpresa”.
Sobre conocer a sus fotógrafos favoritos: Irving Penn y Richard Avedon
“En persona no, porque tuve las oportunidades, pero no quería perder al personaje que yo había creado sobre ellos a través de los años, no quería tener ninguna decepción. Aprendí esa parte de una manera real con otras personas, entonces decidí que mis héroes mejor no. Pero si tuve una experiencia…Richard Avedon trabajaba para The New Yorker, que es la revista con la que más disfruto trabajar, y cuando empecé a trabajar para esta publicación, él aún trabajaba para la revista y yo hice una serie de retratos que gustaron mucho, y el editor de la revista un día me mandó una carta que Richard Avedon le había enviado hablando sobre mis fotos y sobre ese proyecto, aún la guardo con mucho cariño. En cuanto a Irving Penn, después de que él falleció, su estudio lo tomó una pareja y he hecho muchos trabajos en estos últimos años en ese estudio…Y poder pararme en el mismo piso donde él hizo todos sus retratos más icónicos, esos mismos que me inspiraron desde cuando yo estaba estudiando, es un círculo inmenso para mí, un regalo que jamás esperé; que algún día llegar a trabajar en ese estudio, a sentir lo que él sentía en ese estudio, muy lindo”.
Sus impresiones sobre trabajar en NY
“Es imposible no sentir cuando vives allí, cuando trabajas allí, no puedes resistirlo…Es increíble, digamos, estas en un estudio haciendo un trabajo y saber que al mismo tiempo en el siguiente estudio y en otros estudios de la ciudad se están creando las portadas o las editoriales que son admiradas por todo el mundo, que a la vez está sucediendo eso, es un gran reto, para uno como fotógrafo, para cualquier artista en cualquier proceso. En Nueva York se unen todas estas cosas de una manera que te inspira muchísimo y te empuja mucho”.
¿Cómo vivió la transición de lo análogo a lo digital?
“Fue muy traumático porque en cuanto a la fotografía análoga yo la aprendí desde que estudié, yo aprendí cada paso del proceso y todo lo hacía yo mismo instintivamente y naturalmente. Cuando hice el cambio al mundo digital yo ya estaba totalmente encarrilado en mi carrera, muy ocupado trabajando y todo esto; entonces en ese momento tuve que depender de mis asistentes, técnicos digitales que conocían este mundo de la misma forma que yo conocía el otro mundo y en esa parte fue difícil, aún no considero que lo conozco totalmente y mis asistentes como Mario, que está acá, lo conocen increíblemente y me apoyan totalmente en el proceso”.
¿Cómo ha vivido su experiencia como docente?
“Siempre pensé que si lo hacía, la primera vez tendría que ser en Colombia, porque yo nunca tuve esa oportunidad…y me parecía muy lindo hacerlo en Bucaramanga y fue increíble, a mis talleristas los quiero mucho. Aprendí muchísimo, me inspiraron mucho, descubrí que enseñando aprendes tanto, que jamás pensé que pudiera aprender tanto de ese proceso y fue algo muy lindo”.
Sobre la búsqueda de belleza…
“Yo reacciono mucho a ciertas personas que quizás no son el estereotipo de lo que se considera la belleza en la estética común, pero no siempre me atraen los personajes o los modelos que son los más perfectos, no sé…Generalmente me atrae el misterio de los otros que no son de esa manera, que me hablan de cierta manera, me ilusionan de cierta manera, me dan cierta magia”.
Una experiencia que también haya sido un fracaso, pero de la cual haya aprendido
“Fue cuando tuve la oportunidad de tomarle fotos a Michael Jackson, me lo pidió una revista. Ellos querían que yo lo hiciera, pero yo puse ciertas condiciones, que tenía que ser en ciertos lugares, de cierta manera y perdí la oportunidad, porque él no quiso seguir lo que yo quería, sino que él quería hacer lo que él quería y no pudimos llegar a un acuerdo… Y aprendí mucho de esa experiencia, por todo lo que sucedió”.
¿Por qué hacer un segundo libro acerca del Flamenco?
“Yo había hecho el libro de Mil Besos que era sobre la mujer del flamenco y mi intención era solamente hacer ese libro, porque había buscado mucho un proyecto en el que pudiera mostrar todas las emociones de la mujer y celebrarla de esa manera y el flamenco para mí representa eso. Después de haber hecho ese proyecto quedaron muchas puertas abiertas en España y en el mundo del flamenco, y de repente sentí que no lo podía dejar así, que debía continuar y hacer la versión masculina, y sucedió así. En los proyectos de mis libros siempre he trabajado con Mónica Scarello, quien es mi productora para los libros, a quien conocí en Colombia, quien representaba a Álvaro Restrepo. Ella es como el motor detrás de estos proyectos, que son una producción inmensa. Este libro tomó dos años en producirlo, pero a la vez fue una gran experiencia en cada día de fotos, pues sentía que si ese era el último día que tomaba fotos, estaría muy bien”.
La historia detrás de esta fotografía…
“Estábamos en Chile, tratando de llegar a un lugar antes de que se ocultara el sol y fue muy frustrante porque yo estaba seguro que no íbamos a lograr llegar porque estábamos totalmente perdidos. Sobre la búsqueda, tratando de encontrar el rumbo, de repente dimos una vuelta y apareció el mar con este buque anclado ahí. Fue un regalo inmenso porque inmediatamente yo pedí que paráramos y que montáramos ahí mismo una escenografía totalmente improvisada, y de ahí nació esta imagen que me encanta”.
La historia detrás de su retrato a Gabriel García Márquez
“García Márquez es mi héroe, principalmente porque durante el tiempo que yo viví en Colombia nunca leí sus libros, pero cuando llegué a Estados Unidos y me sentí tan supremamente solo, eso fue un proceso de aculturación tremendo, yo tenía catorce años y me sentí muy aislado; pero mis papás tenían un par de libros de él y los comencé a leer, y leyéndolos me sentía en Colombia y eso fue como mi rescate por muchos años. Cuando empecé mi carrera como fotógrafo las personas me preguntaban a quién quería fotografiar, es una pregunta común para los fotógrafos. Y yo siempre respondía que a él (refiriéndose a García Márquez) y las personas se sorprendían porque no era Madonna o alguien así (risas), pero yo pensé que algún día iba a suceder y sucedió al siguiente año. Fue una sorpresa, porque mi manager me llamó muy emocionada porque había conseguido que le tomara fotos a Martin Scorsese, el director, y ella lo adoraba y pensó que era una oportunidad para mi increíble que lo fotografiara; yo personalmente le tengo miedo a los directores de cine (risas), entonces yo no compartía su emoción. Dos o tres días antes de irme para Los Ángeles, donde iban a ser las fotos, me llamo mi manager y estaba de muy mal humor, me dijo que estaba super descontenta con la revista porque la acababan de llamar y le habían dicho que habían encontrado otra persona que pensaban que era mejor para mi fotografiar, y que a Scorsese se lo habían dado a otro fotógrafo. Que la persona que ellos consideraban que yo debía fotografiar era un escritor colombiano que se llamaba Gabriel García Márquez y yo no podía creerlo (risas), yo le dije: ‘yo pago por todo, no te imaginas lo que sería eso’… Y así se logró, aún no lo puedo creer.
Generalmente uno viaja el día antes de las fotos, pero yo de la emoción porque iba a suceder este proyecto, viajé como seis días antes (risas) porque quería tenerlo todo muy planificado. Fueron muchos días en la ciudad de México preparándome y creo que eso me intimidó, porque era como más y más anticipación… Llegó el día y yo le había escrito a él un pergamino al estilo de documento antiguo enrollado, escrito en tinta y todo, por medio de mi productora se lo entregaron a la secretaría de García Márquez y mi petición era que ella se lo diera antes de que yo lo conociera en persona, y esa mañana cuando llegué a la casa estaba lloviendo, era una llovizna muy delicada y cuando la secretaría me llevo a la oficina donde él estaba, lo primero que me dijo fue cómo se había emocionado con la carta que yo le había escrito, fue una experiencia muy linda.
Cuando estábamos haciendo las fotos en el patio de su casa, continuaba lloviznando, yo estaba supremamente nervioso y me resbalaba porque el ladrillo estaba húmedo, yo iba hacia él y le arreglaba la ruana y cada vez me deslizaba, yo me estaba asistiendo (no tenía asistente), en esos tiempos yo hacía todo…Igualmente a los escritores les tengo miedo también (risas), porque siento que ellos se dan cuenta de todo y lo saben todo, pueden observarlo todo; entonces yo veía que me resbalaba y veía cómo él me miraba y se daba cuenta, y yo pensaba: ‘¿qué pensará?’ (risas). Me resbalé tantas veces, que por fin, yo creo que él no aguantó más y me dijo en un momento cuando me acerqué a arreglarle algo: ‘Recuerda que uno no se desliza con los pies, sino con la mente’, y esa fue una lección increíble para mí”.