
El diseñador Jorge Duque tuvo a cargo la pasarela inaugural del Bogotá Fashion Week 2025, una colección llena de códigos y homenajes. Hablé con él y, en medio de una cálida conversación, me contó sobre la historia detrás de su colección Gabinete de Curiosidades Latinas.
Escucha aquí el podcast que dio origen a este artículo:
Hace algunas semanas, Carlos Mario Cano, uno de nuestros invitados a A Dress to Kill, nos recordaba las siempre oportunas palabras de Oscar Wilde: Superficial es quien no entiende la importancia de lo superficial. Esa frase viene como anillo al dedo para hablar de la reciente colección de Jorge Duque: Gabinete de Curiosidades Latinas.
En esta propuesta, Jorge pone la lupa sobre la belleza superficial de las décadas del ochenta y noventa en América Latina: los reinados, el culto al cuerpo, la intervención estética, las fajas, las uñas o el maquillaje extremo, entre otros rasgos. Quizás, lo que resulta verdaderamente fascinante es entender que esta mirada no se queda anclada en el pasado, pues esa mujer de entonces persiste y existe, influyendo consistentemente en la estética contemporánea de hoy. Solo basta mirar a nuestros artistas urbanos para entenderlo; su brillo no solo emula el bling bling de Harlem, también refleja la opulencia y la exuberancia latina, dos conceptos atravesados por fenómenos sociales profundos.




Pero es Jorge, quien, sin duda, ubica y describe con una suerte de GPS etnográfico, a la protagonista de su historia: Esa mujer existe y es el momento de reconocerla como propia, como compañera en el camino de ser latinoamericanos. Con el tiempo, esa mujer nos convirtió en potencia mundial de la intervención quirúrgica estética. Esa mujer nos convirtió en potencia mundial del makeup. Esa mujer nos dio visibilidad en el universo de las fajas, esa mujer se inscribió en el mundo de la moda con la creación de los jeans levantacola. Esa mujer está en todos los videos de reggaetón, esa mujer es la madre de las estéticas que vemos ahora en los géneros urbanos. Esa mujer tiene las uñas postizas, esa mujer todavía se hace cuidados de piel. Esa mujer es una mujer que quiere tener hijos, es una mujer que reconoce esta historia de que la belleza duele. Esa mujer entronizó ese comentario de su corazón.


Tal y como la colección nos lo propone, la protagonista de esta colección es una mujer que estuvo presente en diferentes escenarios de la industria de la moda colombiana, de hecho, los documentos visuales lo constatan; más allá de una lectura anecdótica de ondas exageradas, copetes altos llenos de laca, maquillajes hilarantes y brillo por todas partes, la moda que esta mujer encarnó es un enorme testimonio. Como lo explica Jorge: Si miramos a Hernán Zajar en su momento o si miramos a Alfredo Barraza, es decir, toda esa gente formó parte de ese compendio histórico y estético que nos forma hoy y nos hace lo que somos, porque si tú te paras hoy y ves un catálogo de Leonisa de los dos miles o de los noventa o de Chamela o de quien sea, todos sin excepción, fueron filtrados por lo que yo estoy contando en el Gabinete de Curiosidades Latinas.


Ya sabemos que, aunque parezca una paradoja, el concepto de superficialidad es, en realidad, bastante profundo y extenso. En esta colección, Jorge abordó lo que aparentemente es superfluo como un ejercicio sobre la memoria colombiana y latina; una memoria que, en ocasiones, dejamos debajo de la alfombra. En palabras del diseñador:
Todo mi desfile está lleno de códigos que justamente veíamos y observábamos, nos daban vueltas. Códigos que nos vendían cómo era la belleza, lo que nosotros adoramos en este momento; lo totalmente superfluo. Para llegar a lo divino es absolutamente necesario ser mundano.
Y en ese momento con ese abanico completamente amplificado, pude jugar un poco más con la forma y la deforma; porque al deformar el cuerpo encontré belleza, belleza en ese universo deformativo. Desde pasar de looks que eran como dibujos exactos, hasta piezas que eran un poco más deformadas, abultadas, complejas. Y en ese universo visual creo que el ejercicio de deformidad es un ejercicio muy diciente, entendiendo lo que nosotros hemos hecho para alterar nuestros cuerpos en la dinámica de la maduración de la estética latinoamericana.
Precisamente, en la pasarela, el primer look es un buen ejemplo de esto y Jorge lo describe así: el look de inicio es un florero, un jarrón, un vestido imposible que no se dobla, no se mueve. Todo puesto como si fuera una ofrenda, como si fuera un objeto decorativo. La mujer, como gran objeto decorativo. Cómo agarraban a estas mujeres reinas, princesas, virreinas… a todas las llenaban de realeza y terminaban siendo objetos decorativos en los entornos sociales. Justamente en ese look, yo quería verla como un objeto, como un solitario, como un florero. De hecho, en mi estudio tengo un florero veneciano que tiene una forma similar y ahí empezó ese look.


No podemos olvidar el contexto latinoamericano, su proyección y su fuerza global. Como dirían Los Prisioneros en los ochenta; Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos, y aunque en ese momento el protagonismo de las tendencias lo dominaban conversaciones ajenas a este territorio, hoy esas conversaciones abren cada vez más espacio para los referentes y la cultura latina. Al respecto, Jorge reflexiona sobre ese lugar y ese futuro: Los latinos tenemos la particularidad de que nuestro espectro visible es muy amplio. O sea, nosotros tenemos desde el universo de lo místico y lo introspectivo, lo intuitivo, lo ancestral… y el campo visual se amplifica demasiado hasta lo meramente radical, estético y subversivo. Yo creo que a los latinos nos espera un periodo de una década de muchísima exuberancia. Vamos a ser muy atractivos en el mundo de la moda.




Al final, Gabinete de Curiosidades Latinas no es solo una colección, es un espejo. Nos obliga a mirarnos de frente y reconocer en esos códigos estéticos —tan criticados, a veces ignorados, otras veces exaltados— una parte fundamental de lo que somos. La mujer que Jorge Duque trae a escena, con sus uñas postizas, su maquillaje extremo, su culto al cuerpo, no es solo una caricatura ni un exceso vacío, es memoria viva.
Recordar esos gestos, esos símbolos, esos excesos, es también reconocer cómo nos han moldeado. Son códigos que siguen filtrándose en lo que vestimos, en cómo nos movemos, en lo que deseamos cuando miramos la moda. La belleza superficial no es solo fachada; es lenguaje, es historia, es herencia. Y entenderla es una forma de reconciliarnos con lo que fuimos, con lo que seguimos siendo, y con lo que podríamos llegar a ser.
Créditos fotografías: Bogotá Fashion Week
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