
Reencontrarse con los amigos siempre será emotivo, y justamente, después de varios años sin vernos, este artículo surgió a raíz de la conversación que Aníbal Vallejo y yo tuvimos en su estudio; visita mi podcast y mira la conversación completa aquí: Desde el estudio de Aníbal Vallejo.

Con Aníbal me pasa lo de siempre; me siento a conversar y no paro de reír, gracias a su particular sentido del humor y esa ironía tan suya. Esta vez, para celebrar nuestro reencuentro —a propósito de sus dos nuevas exposiciones en Colombia, Limbo y La Cascada: vista del Cartama desde la vereda La Mesa—,decidí invitarlo a este espacio para hablar de su trabajo artístico tan bello y potente, y particularmente significativo para mí. Conozco a Aníbal desde la universidad y he sido testigo de su proceso como artista e, incluso, como diseñador de moda; una etapa de su formación que le imprimió un aspecto tan valioso que, hoy en día, guarda una estrecha relación con su obra; pues como él mismo lo dice empezó estos estudios de moda: “atraído por los materiales: telas, hilos, patrones, etc. Lo hice con la intención de conocer ese mundo. Aunque en ese momento no pensaba que lo iba a integrar a mi trabajo artístico, pero me llamaba la atención y quería profundizar en eso”. De hecho, muchos años después, ya establecido como pintor, decidió integrar algunos recursos textiles a su trabajo como: el hilo en la pintura o intervenir telas de confección con pintura. Paulatinamente, aparecieron pequeños pespuntes y telas de tapicería en sus cuadros. Así, tras un proceso de exploración y formalización, estos recursos se integraron a su lenguaje. Pero ojo, no son elementos permanentes ni fijos. Están ahí, disponibles, y es Aníbal quien decide si los incluye o no, según el momento o la serie que esté desarrollando. Porque si algo detesta Aníbal es repetirse, aunque sus rasgos lo identifican, ser predecible no hace parte del derrotero de su obra.







Como observadora de su trabajo debo confesar que siempre me ha fascinado encontrar en su obra cierto intertexto sobre el mundo de la moda y la cultura pop: desde los detalles del vestuario de sus personajes ficticios hasta las instantáneas de momentos como la muerte de Alexander McQueen o Marilyn Monroe, la boda del príncipe William y Kate Middleton o el momento de histeria de Britney Spears. A su modo y con su sello, Aníbal captura escenas y las convierte en imágenes que se instalan en un mundo ambiguo y estéticamente contemporáneo.





Hoy, esa materialización se expresa en un terreno aún más abstracto, de trazos gruesos, contundentes, emotivos y profundamente cuidados. Prueba de ello es el color: su color, el de Aníbal Vallejo. Porque su paleta ya tiene un sello propio. Su intensidad y combinaciones generan una armonía que revela al espectador imágenes o sensaciones, a veces, inesperadas.
Él mismo le da una alta relevancia al color en su trabajo: “Hay colores que yo tengo en la memoria desde que era niño y veo cómo esos colores se repiten en mi trabajo; hay unos azules, unos grises, unos rosados con un poquito de amarillo, son cosas que yo no puedo definir y que no sé cómo se llaman…Los colores que yo hago no existen, están en mi cabeza, no quiere decir que no se puedan hacer, ahí están los materiales, todos podemos armas los colores, pero es un aspecto que viene desde adentro, desde la emoción, desde la personalidad. Es muy complicado hablar sobre el color, pero es la base de mi obra. Lo único que yo sí sé, es que no hay un solo color puro en mi trabajo, nunca uso colores puros. Siempre están modulados, apastelados, mezclados, trabajados; es muy complejo porque yo hago un color y ya no se vuelve a hacer”





Las dos recientes exposiciones de Aníbal Vallejo en Colombia son Limbo y La Cascada: vista del Cartama desde la vereda La Mesa. Ambas representan una interesante mirada a su presente como pintor: intenso, profundo, lleno de movimiento, exploración y mucha nostalgia, pues las dos series parten de temas íntimos.
Limbo representa para él un estado de tránsito, de liberación: “¿Dónde está el que está en el limbo? El que está en el limbo está en ninguna parte. A mí me gusta mucho eso, porque eso soy yo, no estoy en ninguna parte. Yo no soy diseñador, yo no soy escultor, yo soy pintor, yo no soy nada. Yo estoy en esa frontera, parado, mirando lo que viene. Entonces Limbo es eso, es esa mezcla de pinturas figurativas, abstractas, con bordados, sin bordados, colorida y con una pieza escultórica. Limbo es eso. Además de resumir muy bien todos estos años de trayectoria, es un momento en el que yo digo: ‘¡ya, esto es lo que soy, esto es lo que yo pinto!’”.


En cuanto a La Cascada: vista del Cartama desde la vereda La Mesa, es, sin duda, un flashback a los recuerdos más entrañables de la finca familiar donde Aníbal pasó gran parte de su infancia y adolescencia. Un paraíso que, trasladado a la pintura, adquiere una gran carga emocional y representa también un reto formal, ya que fue la primera vez que se orientó hacia el paisaje. En esta serie de imágenes fragmentadas, plasmó los colores y las sensaciones que percibía al sentarse a observar el paisaje del suroeste antioqueño.

Después de leer este artículo, entenderán que, para mí, ser testigo del trabajo de Aníbal es un privilegio. Observar su evolución, su fuerza creativa y esa manera tan suya de vivir el arte, me conmueve y me inspira. Por eso, cada nueva exposición y cada nuevo momento en su trayectoria, despierta en mí la misma emoción: la de estar frente a una obra viva, cambiante, honesta. Y me quedo, como siempre, expectante ante lo que vendrá.
Mira en mi podcast la conversación que dio origen a este artículo: