Tenía guardadas muchas preguntas, solo pude hacerle una, pero bastó.
Durante BCapital existió la oportunidad de entrevistar a Ruven Afanador, la sola idea era sugestiva y emotiva para mí, pues no pude evitar recordar la primera vez que conocí su trabajo, por allá en la década del 90; cuando las camisas leñadoras estaban en furor y Kurt Cobain trataba de conocer a William Burroughs. El grunge se apoderaba del mundo y en Colombia Heriberto Fiorillo y Daniel Coronell, lanzaron una serie televisiva llamada Talentos; documentales de media hora dedicados a diversos personajes colombianos que se destacaban fuera de nuestro país. Así conocí a Ruven Afanador, el hombre de retratos dramáticos, de imágenes certeras, llenas de movimiento, aún en la quietud.
Esa semblanza realizada por dos periodistas, nos presentó un bello retrato del fotógrafo y de su obra. Desde ese momento seguí su trabajo; de ahí que la idea de entrevistarlo resultara casi romántica, pensé varias preguntas y tenía claro que mi objetivo era entrever al ser humano parco, corto de palabras, pero cuya mirada ha estructurado un sello y un interesante cuestionamiento estilístico.
De hacerse la entrevista, sería el segundo día del evento, momento en el que Ruven Afanador podría atender a la prensa; pues la primera jornada estaba destinada a una sesión fotográfica abierta al público, en la que él haría una serie de retratos a varios personajes de nuestro país. La ilusión de llegar a este montaje y verlo en acción, resultó tan provocativa como la mirada profunda de un bailarín de flamenco, esos mismos que hacen parte de su reciente trabajo Ángel Gitano. Al llegar me encontré con un espacio inmenso que había sido adecuado como estudio, las luces dispuestas y expuestas a la vista de todos, cuatro o cinco personas con roles específicos estaban atentas a las indicaciones puntuales que éste les daba: pelo y maquillaje, camarógrafo y asistente, asistente de fotografía. El set estaba enmarcado en una especie de malla que encerraba el lugar y el piso estaba cubierto de arena, una apología clara al mundo taurino y la conexión que Ruven Afanador ha tenido con él.
La noche transcurría y mi temor también, después de todo, mi visión romántica se resistía a cambiar el libreto al que Ruven Afanador nos ha acostumbrado; uno en el que su mirada se posa en la belleza que reside en la rareza, en la esencia estilística del freak. La clara habilidad que Afanador tiene para captar la ruptura de la norma en la mirada o el gesto de alguien, es lo que en gran parte ha consolidado su obra, una obra honesta y repito, repleta de freaks: seres que independientemente de su nombre o su fama, son la consecuencia de una historia en la que algo se sale de su lugar y los convierte en seres que ven y viven el mundo bajo una lógica diferente.
La noche empezaba y los personajes pasaban al frente, el listado incluía a cincuenta. Al final de la jornada, fueron menos de quince; Afanador impuso su ritmo y su filtro, el tiempo que quiso con quien lo atrapó, entre ellos y para mi tranquilidad, varios freaks: la más bella quizás, Brigitte Baptiste, Directora del Instituto Alexander von Humboldt.
Esa noche amé de Ruven Afanador la consecuencia y fidelidad a su mirada, alejada de los egos ajenos y la farándula nacional. El imaginario que había construido acerca de él no se derrumbó y yo, a diferencia de quienes se quedaron arreglados y por fuera del retrato, me fui feliz para el hotel.
Al día siguiente mi poca fama, mis escasos seguidores de Instagram y mis modestos “likes” en Facebook, me pasaron factura: fui la última en entrevistar a Ruven Afanador, quien ya agotado de dar entrevistas a los medios más destacados y populares, pidió que fuese solo una pregunta. Y yo, quien desde el lanzamiento de Smells like teen Spirit ya pensaba en él, tuve que elegir solo una. Por suerte, grabé el conversatorio de esa mañana, previendo justamente una situación como esta, así aseguré que mis pocos lectores, tuvieran más de lo que yo, al tratar de concretar la entrevista.
Por fin, el momento llegó. Habían pasado muchos años después de esa primera impresión documental, en la que había entendido cómo alguien decidió usar su sensibilidad, percepción de la vida y la belleza, como sus mejores insumos para hablarle al mundo a través de lo mejor que sabe hacer: tomar fotografías.
Una vez frente a él, su tranquilidad y simplicidad, fueron el mejor indicador para saber que si bien no habría más que una pregunta, si podría existir una introducción de mi parte, una breve historia que le contará por qué yo estaba allí, interesada en saber más acerca de él. Le conté de ese primer momento en el que lo conocí, de los documentales y de cómo el suyo, en particular, me emocionó a tal punto de seguir desde ese momento su trabajo. El fijó sus ojos en mí, mientras yo le hablaba, y quiero pensar a manera de consuelo, que pudo inferir que yo no estaba en ese salón por una razón circunstancial, ni esnobista. Mi ilusión (romántica como la entrevista que no pude hacerle) era conectarme con él fugazmente, y entrever un poco de su vulnerabilidad como artista, esa que es motor y que refleja los quiebres que muchos llevábamos por dentro, pero que solo algunos logran traer a la luz en forma de lenguaje y arte.
A mi historia sonrió, e incluso, comentamos algo sobre los documentales, yo también sonreí; Ruven Afanador me miraba y al hacerlo veía el retrato audiovisual que desde mi adolescencia yo había construido sobre él. Entonces pregunté:
– Durante el conversatorio de esta mañana, usted hizo alusión en dos ocasiones al miedo. ¿En qué momentos de su trabajo el miedo hace parte de él?
– “El miedo principal es que te puedes preparar increíblemente para la sesión fotográfica, puedes tener todo tu equipo, todo lo puedes tener planeado de la mejor manera, pero nunca sabes lo que el personaje te va a traer o no sabes en qué estado está la modelo, nunca sabes qué va a pasar, y ese misterio de no saber qué va a pasar es siempre de donde nace el miedo que a mí siempre me da antes de cualquier trabajo”.
Contrapregunté:
– ¿Ese miedo es constante?
– “Si, no es como era antes; pero aún existe…yo creo que nunca se pierde, yo creo que todas las personas que trabajan en procesos creativos el miedo siempre está presente”.
Después de ello hubo una fotografía juntos, él indicó el punto desde donde debía tomarse, nuevamente hubo sonrisas y de mi parte el agradecimiento profundo por estar cerca de alguien que es justo lo que imaginabas, e incluso más. Después de esta experiencia, es fácil entender que su parquedad y evidente introspección, se borran al momento de tomar la cámara y plasmar en imágenes potentes y dramáticas, la extroversión de su visión, la rareza que lo habita y la sensibilidad que lo mueve.
Para quienes quieran leer en conversatorio que se realizó con Ruven Afandor durante el marco de BCapital, solo tienen que hacer clic aquí: https://adresstokill.com/ruven-afanador-parte-ii-conversatorio/