
En A Dress to Kill la música es fundamental. No en vano, también somos historias de moda con banda sonora. Por eso, cuando me encontré con este trabajo y, especialmente con su video final, realizado por: Louie Cuervo, Danny Álvarez e Isel Pérez, estudiantes de diseño de moda de la Colegiatura Colombiana, supe que tenía que compartirlo.

¿Qué pasa cuando la música es el origen de un ejercicio creativo de diseño? Esta es la historia de Proscenium Tremens.
A un grupo de estudiantes del Laboratorio de Vanguardias del pregrado de diseño de moda de la Colegiatura Colombiana se les propuso elegir una canción con la que conectaran profundamente. A partir de esa conexión —y de las coincidencias entre quienes escogían el mismo tema— se conformaron los equipos de trabajo. Así empezó un complejo proceso de conceptualización y creación de una colección que incluyó el diseño y la producción de un lookbook, una exhibición final y una pieza audiovisual como cierre, la cual quiero destacar.
Proscenium Tremens fue el resultado del trabajo conjunto de Louie Cuervo, Danny Álvarez e Isel Pérez, quienes coincidieron en su elección: «Crystel» de Autechre, dúo electrónico de culto originario de Manchester, considerado clave en la historia de la música electrónica experimental.
Desde ese primer estímulo musical, los tres conceptualizaron y desarrollaron una historia visual influenciada por la escena electrónica de los años noventa en medio de una ciudad nocturna, atravesada por el brillo artificial y la nostalgia de lo que se ha quebrado; sirvió de escenario para hablar del malquerer, del despecho y del dramatismo pop. “La ciudad nocturna es un escenario de opulencia marchita, donde el brillo de lo artificial oculta fisuras irreparables”, explican los estudiantes. El resultado es una estética vibrante, bizarra y technicolor, con claros códigos y efectos visuales noventeros. Llena de símbolos e intensidad, no solo en la historia, sino en el color, siendo este un protagonista más, pero con el sello obscuro que sus autores quisieron darle. Una entrega en la que se destaca el video final, una pieza que traduce ese universo conceptual en lenguaje audiovisual con una profunda influencia cinematográfica. El color, los efectos visuales, es estilismo, el ritmo narrativo y la teatralidad, están al servicio de una historia llena de intensidad emocional, performática y simbólica.






De igual forma, está el vestuario, dividido en tres actos: Distorsión Nocturna, Technicolor Dramático y Grotesco Pop. Un acto para cada uno de los integrantes del equipo, quienes se alinearon en torno al cuerpo y la exploración textil, tanto en la intervención a través de lavados en lavandería como en las construcciones de las prendas, los bordados y la búsqueda de texturas a través de la mezcla de hilos. Nuevamente aparece la intensidad del color y los efectos, sumado con las hilaturas que cuelgan o las telas rasgadas como símil del malquerer y el despecho. Otro punto importante en Proscenium Tremens fueron las ilustraciones, elaboradas por Isel Pérez, quien se inspiró en divas decadentes de diferentes décadas, plasmando varios estilos gráficos que dieran cuenta de una suerte de delirio visual; de ahí que los nombres de las prendas aludan a ellas como: Whitney, Taylor, Joplin, Plath o Sandie, entre otros.


En A Dress to Kill creemos que la moda no se cuenta sola: necesita música, contexto, referencias y emoción. Por eso celebramos ejercicios como este, que demuestran que el diseño también es narrativa y que una colección puede —y debe— contarse con todos los sentidos y recursos.
Créditos:
Directores creativos, producción, edición y video: Danny Alvarez, Louie Cuervo e Isel Pérez
Iluminación: Cefiro Estudio
Agradecimiento: Camilo Álvarez