La música llena el espacio, las luces se encienden y apagan mientras siguen el ritmo; los bailarines despliegan sobre la pasarela toda su destreza y los Dj´s se la juegan, muy concentrados, en sus tornamesas… De repente, se escucha un scratch, las luces se van y la música cesa; lo siento ¿dije “pasarela”?.
A primera vista esta descripción parecería totalmente normal, pero deja de serlo cuando se convierte en el recurso cliché de muchos de los desfiles que vimos en Colombiamoda 2012. Un elemento que resulta peligroso y que, tristemente, va en detrimento de aquello que en realidad se debería ver: las prendas, y sobre todo, el trabajo que hay detrás de cada una de ellas.
Pero vamos por partes; cuando hablamos de una pasarela, entendemos que lo que se ve en esta; es decir, la colección, es el resultado de meses de trabajo que en el mejor de los casos se debe ceñir a una investigación seria, al desarrollo de un tema específico y a la rigurosidad que debe regir los diferentes procesos de su producción que, por supuesto, deben ser la expresión coherente de una intención creadora, comunicativa, que se ha definido con anterioridad. Así, esos quince o dieciocho minutos que concentran la atención del público, son la ventana del trabajo del diseñador y su equipo, cuyo argumento rey son las prendas y solo las prendas.
Una vez salvado este punto, bajo la ideal premisa de una colección sólida y clara con el concepto elegido por el diseñador, llega el styling para darle esas pinceladas finales a esa historia que se quiere contar a través del vestuario que lucen los modelos. La música, por su parte, cumple una misión fundamental porque es capaz, al mejor estilo de las películas silentes, de generar emociones y sentimientos que se ajustan a ese mensaje que se quiere comunicar…Todos estos elementos recrean el escenario imaginado en concordancia y en función de la colección; pero nunca deben estar por encima de ella, y cuando eso sucede, dicho recurso se vuelve ruido.
En el caso de Colombiamoda 2012 fueron muchas las pasarelas que dejaron ruido en el ambiente, con un agravante: estas puestas en escena, estereotipadas, representan un retroceso para el sistema, para los medios y para el público en general, quienes erróneamente terminan por creer que este tipo de parafernalia es necesaria para validar la propuesta de un diseñador, a pesar de que, lo reitero, esta le haga un flaco favor a lo que realmente importa: la colección. Semejante efectismo opera como una especie de pátina, como un elemento distractor que resulta sospechoso cuando se usa en exceso y no en su justa medida, con criterio. “Menos es más” decía Chanel, y esto no solo se aplica a lo que te pones, es una filosofía de vida.
Una pasarela no es más impactante por el despliegue de Dj´s, Vj´s, bailarines, cantantes, malabaristas, acróbatas o músicos que aparezcan en ella. Una pasarela es impactante porque su contenido; es decir, la colección, se justifica a ella misma, sin ningún “accesorio externo” que la redima. Cuando la colección en conjunto pasa este examen, lo demás deberá ser un valor agregado en dosis justas. No hay que olvidar que Colombia está en un proceso de construcción de un Sistema de Moda, y que este tipo de precedentes debe ser una alerta para depurar la concepción que se tiene en el imaginario de la industria como tal, pues resultaría imperdonable que se cayera en el lugar común del show sobredimensionado, cuya finalidad en primera instancia es cubrir la falencia evidente del contenido de una colección.
Sin embargo, hay que decir que en las pasarelas de la Feria no todo fue ruido, pues en medio del despilfarro efectista, hubo ejemplos contundentes de equilibrio en los que la integración de ciertos elementos artísticos a las pasarelas fueron tan acertados, que resultan hoy memorables; confieso que las mariposas no me gustan, pero después de la metamorfosis, que por cuenta de la firma Alado vi sobre la pasarela, empecé a verlas de otro modo. Lo dicho, el mensaje por encima del efecto.