¡Y ERAN UNA SOLA SOMBRA LARGA!

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Diseño: Maria Fernanda Palacio Escobar
Fotografía: Andrés Restrepo

El Nocturno III, una de los más bellos poemas colombianos, fue el texto base para la entrega final que realizaron los estudiantes de la materia Métodos de Diseño, de la Facultad de Diseño de Vestuario de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Este ejercicio en el que la moda y la literatura se encuentran, es la oportunidad para que los estudiantes de tercer semestre desarrollen piezas conceptuales alrededor de importantes obras. En esta oportunidad, Alejandro González, profesor del curso, eligió el poema escrito por José Asunción Silva en 1892 como el eje de este trabajo. En el Nocturno III, el poeta y escritor, expresa el amor por su hermana Elvira y deja entrever aspectos de su relación, sobre la cual se ha especulado mucho. En el poema, José Asunción da cuenta de sus sentimientos y del profundo dolor que le causa la súbita muerte de la joven; romanticismo, intimismo, melancolía, pasión, misterio y oscuridad, configuran la atmósfera implícita en esta magistral pieza.  Elementos que retomaron los estudiantes para el diseño y confección de esta serie de trajes. 

NOCTURNO III

Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
Una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lángida
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban.
Y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas,
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
¡entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada…

Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!…

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Diseño: Verónica Madrid Restrepo
Fotografía: Andrés Restrepo
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Diseño: Natalia Ruiz Fernández
Fotografía: Andrés Restrepo
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Diseño: Johana Monsalve Campiño
Fotografía: Andrés Restrepo
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Diseño: Alonso Alzate Castañeda
Fotografía: Andrés Restrepo
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Diseño: Maria Luisa Villegas
Fotografía: Andrés Restrepo